lunes, 31 de enero de 2011

Nietzsche está muerto (I y II)


I:
Ántrax perfumado

Tan sólo son paisajes transitorios.
Recuerdos vívidos de la imagen grotesca.
Un par de palabras al viento
o la sombra del árbol que ha desaparecido.

Pasado del pasado:
recuerdos del futuro.

La satisfacción de la ira
o la vejez de los libros,
lo que te regalo hoy, padre mío
en son de vituperio y travesía:

Paz sin amor,
bendiciones,
deicidios
y esperanzas.

Te regalo también
por medio de letras errantes,
mis delirios:
las revoluciones olvidadas
y las falsas promesas de un mundo mejor.

 Te lo brindo, envuelto en historia
antes de que la muerte nos perpetúe
que la vida nos engañe
o el sueño lúcido termine, así, sin más.

Todo esto te lo ofrendo, matizado de esperanza
porque la luna nos ha abandonado
desde aquel día, en que Dios dijo:
Nietzsche está muerto.


  
II:
Resurrección

…y desde aquel día
todo transcurre igual:
la paz sigue destruyendo naciones
y la violencia, rebrotando cardos.

Los hombres son materia inmortal:
camino al éxito en diez pasos,
igualdad de género
y putas por doquier.

La filosofía, tan sólo semántica.
La literatura, el asco del best-seller.
Los sueños son pesadillas
y las pesadillas, las esquinas de los barrios.

¡Ya todo ha muerto aquí!

Los aquelarres están agendados,
el infierno ya no está debajo.
Los bodrios adornan las vitrinas
a precios de remate.

De nada valió tu inmortalidad
ni los testamentos traicionados.

Te necesitamos, alma infiel;
Federico, bastardo pródigo:
romano, judío, gitano,
asesino loco de las calles.

¡Reclamamos tu presencia nefasta
en los corazones pulcros y santificados!
¡Tu naturaleza innata y traicionera
dadora de vida y de arte real!



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